Nuestro escudo

El escudo que nos identifica como colegio, no es de uso exclusivo. Es utilizado por todos los colegios corazonistas de Argentina, y es el escudo de armas oficial del Instituto de los Hermanos del Sagrado Corazón.

En términos simples nuestro escudo podría leerse del modo siguiente: en campo de oro, el Corazón de Jesús ensangrentado, destilando tres gotas de sangre; inflamado al natural (llamas de color ordinario), rodeado de una corona de espinas de color natural y dominado de una cruz latina negra; en la parte inferior, casquete esférico boreal del globo terráqueo con tierra y agua en su color natural. La banderola o cinta de color azul celeste y recamada de oro lleva la divisa: “Ametvr cor Jesv”, en letras del mismo color.

Si bien en la heráldica todo tiene su propia interpretación, aquí queremos resaltar aquello que nuestro escudo quiere significarnos como comunidad educativa. En realidad quiere expresar lo que es el centro y motor de la congregación de los Hermanos del Sagrado Corazón, y que los Hermanos tratan de hacer realidad allí donde ejercen su apostolado y misión.

El corazón herido y sangrante; la cruz y las espinas. Son todos símbolos que claramente identifican la persona de Jesús en su obra cumbre de redención del género humano: su crucifixión y muerte. Todo ello manifiesta una espiritualidad del amor, amor por los hombres y restauración de la alianza con Dios.

El fuego. Quiere expresar la pasión por la misión evangelizadora que el fundador de la congregación (el P. André Coindre) quiso transmitir a los Hermanos a partir de la expresión evangélica de Jesús: “He venido a traer fuego a la tierra, y ¿qué quiero sino que arda?”.

Casquete esférico boreal del globo terráqueo. Simboliza el ámbito de la acción de los Hermanos del Sagrado Corazón: el mundo entero. Por eso es una congregación que se encuentra extendida por todos los continentes.

Divisa: “Ametvr cor Jesv”.

Es una expresión latina cuya traducción es: “Amado sea el Corazón de Jesús”. Sintetiza de alguna manera el sentido de la existencia de la obra corazonista: por un lado el deseo, el anhelo de que la espiritualidad del Corazón de Jesús se extienda a todos los hombres y, por otro, una suerte de exhortación, casi de mandato para que, a imitación del Corazón de Jesús, el corazonista lo tenga como característica esencial en la manera de vivir su fe.